Si algo bueno nos ha traído 2013 a los que nos preocupamos por el medio ambiente ha sido la aparición de la certificación energética en edificios existentes, que bien por obligación o bien por necesidad nos hará más conscientes de que debemos reducir el consumo de energía de nuestras viviendas y preservar los recursos que tenemos para las generaciones futuras.
Quizás no se ha entendido bien la necesidad de conocer que consumen nuestras viviendas, quizás el momento no ha sido el más oportuno y quizás la metodología tampoco lo sea pero lo que está claro es que lo que no se mide no se puede mejorar.
La certificación energética hace una aproximación a la demanda de energía de nuestra vivienda para unas condiciones de uso determinadas pero la realidad es que luego el uso que se haga condicionará esta demanda. Aumentar o disminuir la temperatura de confort, utilizar mas o menos agua caliente, ventilar mas o menos la vivienda… y la iluminación, electrodomésticos que aunque no forman parte de la certificación energética si lo son del consumo de energía que tiene nuestra vivienda repercutirán en un mayor o menor consumo.
Del mismo modo que un coche tiene con un consumo determinado y luego dependiendo de cómo se conduce, (no voy a decir de quien lo conduzca), hay un consumo real.
Así que educarnos en cómo hacer un uso eficiente de nuestras viviendas repercutirá en el consumo real que tengamos y eso se traducirá en ahorro económico y medioambiental.
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